sábado, 28 de diciembre de 2013

TOTALMENTE INJUSTO


Lo afeó delante de todos, lo oímos claramente. Posiblemente se lo mereciera, pero hacerlo de esa forma tan descarnada y cruel, le quitaba todo rigor y razón.

Estoy seguro que Carlitos estaba totalmente arrepentido, o al menos así lo entendí al explicarse con un razonamiento pleno de hipo y sollozos mezclados con ese coctail tan infantil acompañado de lágrimas y mocos. Ninguno pudimos calmar el estado de ansiedad del niño. El padre también estaba inconsolable y arrepentido. No digo que una figura paterna no sepa como educar a sus hijos, hay maneras, yo incluso voy más lejos, abogo hasta por una terapia más contundente, pero lo sucedido realmente no tenía nombre ni justificación. Avergonzar al niño con esa crueldad rebasaba los límites permitidos. Convencido estoy que el vástago hubiese preferido una colleja, incluso un tirón de pelo en la zona del cuello, justamente donde nace, hasta lo hubiese cambiado por un mes sin consola, hubiera preferido quedarse sin el Ipod por Reyes. Esto lo hubiera producido un dolor momentáneo, un ¡ay!, una mueca desagradable, un arrepentimiento y un aprendizaje, pero todo perecedero.

Posiblemente, cuando lo escuché, mi deber habría sido llamar a los servicios sociales y que hubieran tomado cartas en el asunto, la Ley de Protección del Menor es muy dura, y en un caso injustificado como este mucho más, pero una medida de este calibre, ya no tendría retorno, pero claro, por otra parte, lo sucedido iba a acompañar al muchacho durante toda su vida. ¡Dios que conflicto!. Quedé traumado de tal manera que no supe reaccionar. Su progenitor tenía que haber medido más sus palabras, es verdad, pero como penitencia se arrepentirá todos los días de su vida. Tras la expresión ya no valía:  “Perdona Carlitos, no lo pensé antes”, “No se lo cuentes a mamá, te aseguro que no volverá a suceder”. Me dio mucha pena cuando entendí entre susurros: “Dios me tenía que haber dejado mudo en este momento”.

Podía haberle dicho simplemente: “Mientes más que Mariano”, y hubiese valido, quizá hubiese ocasionado algún daño de menor calado, pero reparable, incluso pudo edulcorarlo de alguna manera diciendo que Marianos hay muchos, pero no, tuvo que pronunciar con vehemencia las cinco palabras casi irrepetibles y funestas: ¡Mientes más que Mariano Rajoy!. Dos segundos de rabia incontrolable y toda una vida de arrepentimiento. Los motivos de tan agria y funesta disputa no los conocí, pero muy grave tuvo que ser la mentira para hacer un escarnio tan salvaje y traumático a la pobre criatura…, y delante de todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario