domingo, 29 de diciembre de 2013

MI CUÑADA


Lo he oído de siempre: “Cuñao, viene de cuña”. Todos tenemos una cuñada o cuñado para competir en concurso de méritos por saber cual es más cabrón/a.

El día 2 de enero conversaciones como la siguientes son muy comunes: “La mía es peor, fíjate, llevó la conversación de Nochebuena hasta el punto de levantarnos de la mesa e irnos; o desairábamos a mamuchi o la dábamos las del pulpo”. “Apareció con unas mechas…, pura inspiración en Cruella de Vil, ¡normal!”. “Joder, yo te la cambio sin ver, lleva a mi pobre hermano hecho unos zorros, pero eso sí, ella enjoyada hasta arriba, seguro que él lleva los calzoncillos repasados”. Pues la mía: “Que si mi Carlitos es un cielo, bueno, que lo han puesto de ángel en el Belén”, y mi Martinita, ni te cuento, no ha sido Virgen porque saca la cabeza a San José… sí claro, y a ti te pondrán de bruja en el cuento, pienso en mi interior mientras le pongo una sonrisa de póker.

También a mi me pasa todas las navidades cuando me estoy acicalando: “mejor si no viene…”, “eso que nos ahorramos…”, “estoy de lo que llama ella paté hasta arriba…”, “si no es por él que es majo, pero ella lo tiene dominado…, “es un calzonazos, conmigo podía que haber caído…”,  “es que el pobre ni canta…, claro, con esa mujer”; y a los postres: “¿jugar al bingo?, anda que siempre es igual…”, “Antonio juega, aunque sea por dar gusto a los niños” , y a mí ¿quién me da gusto?, y otra vez: 22… 2-2 – ¡los patitos!. ¿A que lo han dicho alguna vez?. ¿A que sí les suena?.

No conozco la estadística pero seguro que las fechas navideñas son las más propicias para dejarse de hablar y borrar del disco duro todas las fotos en las que aparece. (Por cierto, tengo que buscar un tutorial de Photoshop: “Como borrar rostros de una foto”). El vino, el cava, el gin tónic, elementos complementarios para desinhibirse y soltar las cuatro verdades enquistadas que te rondan desde hace años, si, cuando aquel funesto día te manchó de carmín tu adorable camisa, y encima decía que fue sin querer.

Mi María, prudente y poco dispuesta a disgustar a mamá, antes de salir me dice: ¡Antonio que te conozco, tengamos la fiesta en paz!, luego me lo repite en el coche y otra vez antes de llamar a la puerta. ¡No, si encima voy a tener yo la culpa!..., que sí, que eres muy polilla, que  no sabes disimular, anda…, haz un esfuerzo cariñín que es la mujer de mi hermano, hazlo aunque solo sea por mi…

¡Hola!, ya estamos aquí…, ¡Qué guapos!, ¡cuánto tiempo!, ¿dónde me siento? (no se para que pregunto si siempre me toca a su lado). Pásame la ensalada…, estas navajas son chilenas…, el pescado lo ha hecho ella…, ¡pescado, a cualquier cosa llaman pescado!…, ¿turrón duro o blando?…, no vale elegir las uvas…, si metes el anillo a la copa se cumplen los deseos… Que no bruja, que serán los tuyos, que el año pasado pedí que desaparecieras y aquí sigues…, ¡Lo dice solo por joderme!.

¡Feliz Año!, digo tras las campanadas, mientras para besarla estiro el cuello hasta lo imposible, todavía me acuerdo de la camisa y el carmín. De remate ahora los petardos, ¡puta manía!, han conseguido que me resulte simpático el “hou, hou, hou” de Papá Noel. Solo falta que me tire la copa encima… Por fin…, Mari, ¿Cuándo nos vamos,?..., me duermo…, ¡Joder Antonio si eres divertido!, ¡cuando vamos a casa de tu madre no tienes tanto sueño!…, y por fin nervioso como un perro de caza, nuevos besos, ahora más efusivos, más sentidos…, claro esta vez son de despedida, en esos breves instantes entiendo la alegría y el milagro de la Navidad y lo de tocar el cielo con los dedos.

Hasta el año que viene, prueba superada, bueno primero tengo que preguntar donde comemos en Reyes y… con quién.

Es una recreación de lo que puede suceder en cualquier familia, en la mía no, ¡claro está!. (Lo digo por si lo lee…).

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