Se perfilaba
el sol por entre los ríos del tejado, teja árabe, roja, alineada, aquella
gatera de la cubierta irradiaba actividad.
Tras asegurar
su camada, salía el minino a través del ventanal desvencijado del desván; uno
de los cuarterones aparecía tapado con un trozo laminado de un calendario de
Explosivos Río Tinto, concretamente correspondía a la pintura de una bailarina
sevillana, curiosamente la buena definición y colorido del dibujo daban al
exterior. Por dentro solo se apreciaba la contra de un troquelado, sobado y
telarañado anuncio, con destacadas manchas de humedad y humo, cartel que junto
a otro de Julio Romero de Torres y su mujer morena, en sus tiempos taparon
desconchados en la taberna del “Sordo”.
Acechaba
“Blasi”, lento, astuto, felino, se deslizaba con movimientos estáticos y
estudiados. De pronto, una muestra casi canina, un amago, un quiebro eléctrico,
una cabriola silenciosa al aire, casi imperceptible; dos zarpazos al aire con
sus afiladas uñas tras el nervioso gorrión. Resultó un salto ágil, sin defecto,
acorde a todos los cánones del perfecto cazador, “ziuuu”, “zas”, sonó… , más
solo se vio una aureola de plumas cayendo lentamente al suelo en grácil vaivén.
El gorrión en
un despegue casi al límite, luchando contra la física, pareció capotar, hubo
unos instantes de torpeza, de apariencia lenta, golpeándose contra todo, casi
al límite al chocar el ala semi-desplumada contra la caliente lima-hoya de zinc
del alero…, resultó suficiente para elevar a duras penas su menudo y tembloroso
cuerpo, en décimas de segundo levantó el vuelo, al principio poco majestuoso,
escorado, mostrando al aire los enrojecidos “cañones” desplumados…, podía
parecer que cedía, pero no, en el último instante se rehízo, forzó una cabriola
impensable y recuperó el equilibrio, encaró el viento, dobló el ala, bajó la
cola y ascendió y ascendió como Ícaro, y el gato, el pobre gato, cazador
insistente vio en su afilada garra tan solo un par de plumas grises, ni tan
siquiera sangre. Se había quedado en un susto, ¡menudo susto!. Triste, muy
triste, ahora al “bigotes” solo le quedaba esperar a mejor ocasión.
Lo cierto es
que esta vez el gorrión no acabó entre los afiladas uñas del atigresado macho,
silencioso, astuto, orgulloso, esbelto… y con agilidad frustrante… La sevillana
de Explosivos ni se inmutó. Mientras a
través del patio, a lo lejos, se escuchaba la radio con sus “discos dedicados”:
“para Gabriel, con motivo de su
incorporación a filas”, cantinela tan solo rota por el soniquete de:
¡Raúl a comer!.
Si, una historia
de cazadores y presas, de ir dejando plumas en cada acción para intentar salir
airoso, de poner todas las habilidades para intentar comer algo…; lo peor, los
tiernos mininos aprendiendo a través del desvencijado cuartillo lo dura y
competitiva que es la vida de adulto, y más sin una madre que diga ¡a comer!,
pero sí aprendiendo aquello de: “una
mañana, en África, un león se despierta…”, y una gacela
también; da igual lo que seas, nada más que suene el despertador,
¡Prepárate a correr!... ¡o a volar!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario