Como muchos días, ayer volví a cruzarme con él, iba más
deprisa de lo acostumbrado, y también más ausente. Venía Procopio a lo lejos con su gorra del Real Madrid, siempre ha presumido de ello. Menudo nombre
le pusieron, sería cosa del santoral o de algún tío recién fallecido. Un día me
contó que su padre se llamaba Custodio y su abuelo Tarsicio, así que el primer
día que lo vi con la sillita, le
pregunté que como se llamaba la criatura, !Javier!, dijo; nosotros en casa
le llamamos Javi, aunque a su madre no le gusta demasiado.
Hoy al verlo venir sólo, me he percatado que era domingo.
Los sábados y domingos para “Proco” son más aburridos, no le dejan al nieto.
¡Aunque no te lo creas lo pasamos mal!, mi mujer tiene más genio cuando no está el
niño. ¿Sabes?, tenemos la suerte de que los padres de Cristina – mi nuera – no viven
aquí, así que lo tenemos toda la semana con nosotros, me dice. Bueno, en agosto está con ellos 18 días seguidos.
Como ha cambiado todo. Siendo yo niño, los cumpleaños y los
domingos eran los únicos días de la semana que íbamos a casa de los abuelos.
Comíamos arroz con menudillos de primero, de los segundos no me acuerdo demasiado porque
el arroz era sublime, creo recordar que la mayoría de las veces había pollo asado. Ahora es
justamente al contrario, los nietos están con sus abuelos toda la semana salvo
en fin de semana. Existe un calendario con horarios estrictos y controlados que el abuelo mantiene grabado a fuego, todo depende del turno del padre, de la hora de depilación de la madre (o al revés... que no sé) y/o del partido de paddel de ambos.
De lunes a viernes sobre las 10 de la mañana, cuando nos cruzamos se le
ve feliz. Ya a lo lejos veo que se para, se pone frente a él y hace alguna
cucamona, brinca, salta, danza..., pone el pulgar en la nariz, extiende la mano, coloca sobre el meñique la otra mano extendida y mueve los dedos con soltura impensable tras la artrosis que se ha instalado en sus articulaciones en los últimos años. Todo impensable cuando con mirada militar ejercía de encargado en el taller. Me
saluda, se para, y me cuenta las últimas peripecias del infante. Si nos
entretenemos un poco, el niño se impacienta y llora…, ¡no llores!, !casi no llora!... Javi, es mi amigo
y te quiere mucho, trabajó con el abuelo ¿sabes?, le dice mientras lo coloca
bien en la silla…, “es más majo”, ¿y listo?..., no puede serlo más; ahora tiene los
ojitos llorosos porque tiene algo de catarro, en cuando llegue a casa le
daré el jarabe que me ha dejado su madre…, bueno, fiebre, lo que se dice fiebre, parece que no tiene,
comenta a la vez que lo toca la frente volviéndole a poner bien la bufanda. Prosigue: "aunque
no te lo creas se toma el biberón solo, bueno... si come hasta lechuga". "El pediatra
nos ha dicho que es más alto que la media…, !menos mal que se ha mejorado la raza!". El niño se impacienta, vuelve a llorar,
ahora ya con hipo, Procopio saca su pañuelo, lo limpia, y me dice: "bueno, hasta mañana
que este es el que manda, y su abuela estará loca por verlo". !Estará tan guapa como siempre!, la das recuerdos de mi parte, le digo.
Anteayer estaba algo más triste, era lógico, me dijo que
comienza a ir al colegio, que le van a quitar al niño. Solo estará con él el rato de ir a buscarlo al cole
y el la comida, "suponiendo no se quede al comedor...", "espero que los recortes me vengan bien esta vez y que el comedor esté clausurado", dice autoconvenciéndose que poco o nada cambiará..., "no me importa madrugar y coger un autobús para recogerlo, ya sabes donde vive mi
hijo", me aclara.
Sigo subiendo hacia Fuentes Blancas, y pienso en el cambio que ha sufrido el amigo Procopio desde que es guardián de su nieto. Ni una loba recién parida defendería mejor su camada. El cambio ha sido acorde a la situación y los tiempos; recuerdo cuando
decía: “Joder, ayer me encontré con Ramón, ya sabes, el de bobinas..., llevaba a su nieto y parecía una
madraza”, “mira que se aprovechan sus hijos”, y ahora, ahí le veo haciendo los mismos gestos que Ramón. Cuando nos despedimos analizo que nosotros en su momento casi no
disfrutamos de los hijos: el trabajo, el pluri-empleo, sacar la familia
adelante en aquellos ilusionantes momentos. !Normal Antonio!, me pienso, el
caballo que no participa en la competición llevará siempre la carrera dentro, y es que de abuelos se tiene la afectividad en los poros (igual es la edad). No tuvimos
oportunidad de hacer demasiadas fiestas a los vástagos, lo lógico es que aunque se tengan más de 60 años, ahora afloren esos sentimientos.
Los abuelos presumen más de nietos que los padres de hijos, no es casualidad. Un tema peligroso intergeneracional: no hay nada mejor que un confidente infantil y peor que un alcahuete consentidor, por esta razón la figura de los abuelos es generosa en permisos y concesiones, lo que impedimos a los hijos lo concedemos a los nietos, ¡seguro!. Yo si un día los tengo, creo los reñiré lo imprescindible para que no se desboquen, para malas caras ya estará su abuela y la Cristina de turno. No me creo que sea verdad eso de que con los nietos se disfruta dos veces: cuando te los dejan, y cuando se los llevan, a "Proco" eso no le sirve.
Los abuelos presumen más de nietos que los padres de hijos, no es casualidad. Un tema peligroso intergeneracional: no hay nada mejor que un confidente infantil y peor que un alcahuete consentidor, por esta razón la figura de los abuelos es generosa en permisos y concesiones, lo que impedimos a los hijos lo concedemos a los nietos, ¡seguro!. Yo si un día los tengo, creo los reñiré lo imprescindible para que no se desboquen, para malas caras ya estará su abuela y la Cristina de turno. No me creo que sea verdad eso de que con los nietos se disfruta dos veces: cuando te los dejan, y cuando se los llevan, a "Proco" eso no le sirve.
Nos encontramos ante la mejor generación de abuelos que se
ha conocido a lo largo de los tiempos, y todo está a nuestro favor para serlo. Pre-jubilaciones, despidos anticipados, somos más jóvenes... bueno, menos viejos..., está bien visto..., más tiempo para ellos... Actualmente los padres no lo tienen fácil, bien porque tienen
trabajo, o bien porque acusan la imperiosa necesidad de tenerlo, el caso es que si un día los
abuelos españoles hacen huelga, se paralizará el país.
Supongo que cuando sea abuelo me pasará lo mismo que a Procopio, si ese tiempo llega y llego, intentaré
disfrutar de todo antes de que un día me mire al espejo y no reconozca lo que
aparece. Si estoy en una plenitud a la baja normalizada, mi representada rectitud tornará en
permisividad, y estaré ansioso porque lleguen las 7,30 a.m. del lunes que será
cuando depositen en nosotros toda la confianza para la educación del nieto.
Ahora que pienso, los padres de mi nuera viven aquí…, mira que si se lo dejan a
ellos…, no, no creo.