Ahora
las bicicletas no son solo para el verano, también lo son para aceras de
ciudades en cualquier época del año.
Se ha celebrado recientemente el día sin
coche, ¡que guay!. Salimos eufóricos a las calles entre maillots, manillares,
pedales, piñones y cascos (quien lo lleve), ¡que felicidad!, por un día
circulamos autorizados por tramos de carretera que se muestran atomizadas de
ciclistas. Reivindicación, colorido, animación, globos… y mañana volverá nuevamente
la desesperación entre peatones.
Imaginen la secuencia diaria: calles
dedicadas exclusivamente a peatones, un logro que pese a los beneficios que
suponía tanto costó justificar, y ahora en un totum revolutum toda la
ciudad se muestra con gente de a pie conviviendo en mala simbiosis con cierto
anarquismo por parte de algunos de la biela, lugares antaño de uso exclusivo
para paseantes donde hoy pululan “artistas” de la bici que zigzagueando
alegremente, temerariamente y peligrosamente, circulan a velocidades
desmesuradas realizando maniobras imposibles, van esquivando al personal que asiste
atónito al espectáculo, pedalean sin pensar lo impredecible que somos los
humanos así como lo indefensos y frágiles que resultan niños y ancianos.
Como dice un gran amigo, el péndulo tiene la culpa de todo porque nunca permanece en la mitad. Sucede siempre lo mismo: primero se aboga por los beneficios que genera y se crea la necesidad, luego se exigen los obligados derechos e infraestructuras, posteriormente se legisla de manera chapucera, entonces se hace la vista gorda por parte de la autoridad, y al final, los previamente vituperados y marginados se hacen con la situación, el conquistador con ruedas impone sus normas, y el derrotado peatón ve agredidos y recortados sus logros, y lo más triste, no puede alzar la voz sin pecar de obtuso. Sí, muchos ciclistas circulan anárquicamente por zonas peatonales exclusivas, no se nos puede olvidar que las bicicletas son vehículos, y como tal deben regirse con las normas obligatorias en materia de circulación. ¿Cuántos ciclistas cuentan con seguro?, porque cuando hay un accidente todo son problemas.
No soy sospechoso de ser “anti-bici”, pedaleo
más kilómetros que muchos de los que ahora han tomado al asalto nuestras calles
y paseos, pero también intento disfrutar día a día caminando por la ciudad y
alrededores. La pregunta es: ¿Para qué se han ejecutado tantos kilómetros de
carril bici si tan solo los utilizan unos pocos respetuosos? ¡Cuánto dinero
gastado estérilmente!
Como esposo tengo pánico que alguien
atropelle a mi compañera, como hijo sea mi madre la accidentada, como padre tengo
temor por mis hijos, por ser abuelo tengo terror a que le suceda a mi nieta, y
como egoísta que soy, no quiero pensar que mis tripas se vean envueltas entre
los radios de unas ruedas.
Sirva un ejemplo: si vas por el paseo del
Espolón o por la Quinta, lo normal es que algunos irresponsables de “coulotte”,
pese a tener carril bici paralelo, convivan con los de a pie, pero si pones un
pie en su zona habilitada, las voces se escuchan hasta en el cielo. Como
ciclistas abogamos por que los coches nos adelanten dejando 1,5 metros, mientras
algunos incívicos que padecen de “astigmapeatonalismo” exacerbado nos sobrepasan
a escasos centímetros mostrando a partes iguales presunta habilidad e
imbecilidad a raudales.
De caminante voy asustado, pero cuando
llego conduciendo a un paso de cebra, el temor se transforma en verdadero
pánico, y no por los peatones, sino por ese ciclista incontrolado, que como
ejemplo de ecologista coñazo e irrespetuoso con la norma, aparece montado en su
máquina infernal a toda velocidad, cuando en realidad debería cruzar a pie pues
para eso son “pasos de peatones”. Otros
tantos, si circulan por la carretera son especialistas en saltarse semáforos en
rojo y pedalear por dirección prohibida, y para una vez que un agente sanciona
la acción, la noticia se refleja en todos los medios, ignoro si por rareza o
porque nos la cogemos con papel de fumar.
Resumiendo,
recuperamos con polémica parte de la ciudad en beneficio peatonal y ahora esta
se ha convertido en velódromo y pista ciclista incontrolada. ¡Apañados estamos!
O ponemos remedio ordenando y sancionando situaciones anormales, o las
bicicletas se harán con la ciudad para desesperación de caminantes. Entonces
solo quedará solicitar que en la misma correspondencia nos dejen utilizar como
peatones los rojos caminos; señores alcaldes manifiéstense.
Al final habrá que solicitar ¡carriles
peatonales !... y obligación de casco para los andarines, claro.
Bueno, me voy a dar un paseo.
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