Da
igual, puede ser grande, mediana o pequeña, se trata de una ciudad, la tuya,
por ejemplo. Lo habrás observado en más de una ocasión en cualquiera de sus
calles a una hora indeterminada del día, cuando ajeno al deambular ligero del
trabajador o al pausado de los enamorados, un hombre se afana en su labor.
Resulta
chocante, lo he visto de nuevo y a la misma hora de ayer, elevado, de puntillas
sobre las desgastadas deportivas, elevándose por encima de la portilla del
contenedor del súper, removía la basura con el palo de una escoba. Observo, saca
una bolsa, se trata de un par de bandejas de empanadillas pre-cocinadas, las
abre, las huele, las prueba, vuelve a olerlas, y las deposita en el vetusto
carrito de compra que encontró la semana pasada tirado entre otros enseres. Hoy
ha habido suerte, no pasará el hambre de ayer.
He
llegado a casa dando vueltas a la escena contemplada pensando cual sería la
causa de tanta penuria en este fracasado de la vida, ¿un abandono matrimonial?,
¿un despido laboral?, ¿un enganche a cualquier tipo de droga o alcohol?, ¿la
muerte precoz de sus progenitores?, ¿un rechazo al orden establecido?. Es un
hombre anónimo y muchas veces invisible a nuestra rutina.
Este
otro sujeto se llama Juan Manuel Bustamante Vergara, es un recluso vegano, que
obviamente ha ingresado por no tener con sus semejantes el mismo celo y ternura
que parece producirle ver sufrir a los animales. Resulta paradójico que alguien
que ha podido violentar o pisotear los sueños y libertades de un congénere,
tenga escrúpulos por el sufrimiento animal, pero por algo se empieza y
arrepentidos quiere Dios. Dicen.
Bustamante
ha puesto en un brete a la prisión donde se encuentra recluido al exigir que el
menú correspondiente a su alimentación diaria sea vegano. La estulticia nos
come, nos corroe, nos pisotea y arruinará nuestro futuro, porque los que acechan
no se andan con tanto remilgo, ni se la cogen con papel de fumar.
Aunque
técnicamente sea perfecta, no crean que la típica alimentación “a pan y agua”
de otros tiempos habría convencido al tal Bustamante Vergara, seguramente
hubiese puesto el grito en el cielo al contemplar un mendrugo mohoso, pues entonces no se hubiera mostrado tan “tiquismiquis”
al analizar como una barredora recogía los pollos, que otra máquina los matara,
que resultara elevada la temperatura del agua para escaldarlos, e incluso no
hubieran sido demasiadas las pegas al contemplar las aves expuestas sin pudor
tras una vitrina frigorífica, todo ello le hubiese importado un bledo si el
duro mendrugo hubiese llegado acompañado de un muslito humeante de tostado
pellejo, con su aceite, su ajito…
Contrasta
que en prisiones determinadas existan piscinas climatizadas, gimnasio y
calefacción, mientras fuera otros padecen pobreza energética, o como vemos a
diario que necesiten rebuscar entre despojos su alimento para aguantar un día
más, ¡lo que sea!, o tengan que esperar en esa fría noche de invierno al grupo
de ángeles altruistas benefactores repartiendo café y caldo caliente previo a tomar la horizontal en el desgastado
cartón. En el mejor de los casos en ciudades donde existan, podrán acudir a
comedores sociales con más carencias que muchos centros penitenciarios
españoles, eso sí, sin levantar la voz afirmando ¡esto no lo quiero, soy
vegano!, porque el resto de amparados dará buena cuenta de su menú en un
santiamén.
¡Pobres
y hambrientos honrados de España!, exigid vuestros derechos, pedid dietistas
que os preparen un menú acorde a vuestras creencias alimenticias particulares,
¡qué menos!, La constitución habla del derecho de todo español a una vivienda
digna y a un trabajo. ¿Dónde está lo vuestro?, tenéis cuando menos la misma
equidad que el vegano entre rejas, al que por cierto había que recordarle que idéntica
ética y moral que aplica con los animales debió habérsela aplicado con sus semejantes,
de los que pienso serán merecedores del mismo cariño, respeto y moralina que
pollos, cerdos o vacas, e incluso, ya puestos, que escarolas, borrajas y
puerros, a los que habría que escuchar - si tuvieran cuerdas vocales - cuando
los arrancan de su acogedora tierra.
Dice
el sabio refrán: “Si tu casa ves arder, en tu culo un avispero, y a tu mujer
con el cura, ¿adonde acudes primero?. Será tan necesario o más atender inicialmente
las necesidades básicas de quien padece hambre, miseria, frío y hasta sed de
justicia, que exigencias reclusas impensables en cualquier tiempo, y a
Bustamante comentarle que no es lo mismo justo que justicia. Justo sería que todo
el mundo tuviera que comer, y justicia es la que le han aplicado por delinquir.
Amigo
Juan Manuel, es lo que tiene la cárcel, privación de libertad y menú
establecido.
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