lunes, 12 de enero de 2015

POCO CAMBIA EL MUNDO


¡He sido abuelo!... Nada hay tan indescriptible como la vorágine de sensaciones que acuden a tus sentidos cuando nace un nieto, en este caso, nieta.

He visto a amigos y compañeros hablar de las maravillas de sus respectivos nietos; hasta lo entendía, pero siempre lo he asumido en el sentido tradicional de los abuelos como esa figura tierna, tolerante y cómplice. Nunca hasta ahora lo había sentido en mis propias carnes; supongo que en las mayoría de los casos ocurre siempre lo mismo: “Es la más guapa del mundo”…, “igualita que su padre”…,  “es como su madre”…, “la teníais que ver… lo más bonito de la planta…,” ¡pero es que es verdad!.

Un rayo de luz y una bocanada de ternura nos ha invadido. Ya desde el primer día ha dado sentido a una parte compleja de nuestras vidas, me ha alejado ese carácter siempre áspero del que tenemos fama los burgaleses, y ha conseguido que me sensibilice ante cualquier contingencia, vamos, que hoy día 9 de enero de 2015 he leído que el ayuntamiento burgalés plantea bajar el IBI, y hasta me he emocionado aún sabiendo que estamos en preludios de campaña electoral.

Cuando vi por vez primera a mi adorada Claudia, recordé que cuando nació su padre estaba de moda una canción que decía: “Hijo mío en mal momento llegas, nuestro mundo es un mundo sin amor”, y que hoy también se podría recuperar. Poco ha cambiado el mundo.

Llega la criatura en un momento complicado, no sé si más o menos que cuando ha nacido cualquiera, pero los sucesos y titulares de estos días remueven  - por sus características – los sentimientos de europeos y animan el cotarro del odio y la intolerancia, ¿Se podrá vivir alguna vez en paz?.

No es fácil. Ayer la tinta impresa se despachaba con titulares de doce muertos a quemarropa en la revista “Charlie Hebdo, circunstancia que tiraba por tierra aquello de la “alianza de civilizaciones” del bisoño Zapatero.

Todo al grito de Alá es grande. Alá no puede entender tal barbarie, ni Dios, ni Shiva, ni Confucio…, ¡ni nadie!. El género humano en nombre de una divinidad es quien acopla las doctrinas a sus complejos, debilidades y delirios. Dejemos en paz los dioses, que harto tienen con llorar al ver como sus seguidores confunden amor con imposición, abrazos con decapitaciones o tolerancia con intransigencia.

Entre mis preocupaciones actuales está pensar si mis hijos y nietos serán felices en un mundo tan complicado, intransigente y acérrimo, que posibilita la muerte de niños, que el odio aflore en casi todo, o lo que es más triste, que se mate en nombre de un Dios justo. Si esto va a ser así, aconsejaré a mi nieta que reniegue de cualquier movimiento tendente a eliminar a semejantes en nombre de unos ideales o de un Dios, que en caso de existir, en estos momentos estará llorando amargamente.

Seguirán las mafias controlando el triste tráfico humano en pos de una vida mejor, aportando e infausto balance de un número desconocido de muertes en las aguas del Mediterráneo, y el vallado con concertinas quedará obsoleto en beneficio de métodos más sofisticados intentando defender unas fronteras (por otro lado lícitas), y acertará a comprender que la vida tiene un feo peaje que se tornará en alegría cuando un retoño salga de su semilla.

Mientras, la nueva generación seguirá escuchando hasta tener nietos ese vocabulario tendencioso y confuso en frases de “decrecimiento positivo”…, de lucha contra el fraude…, que somos los inquisidores de la corrupción…, ya estamos en la buena línea… o que los que emigran tienen espíritu aventurero. Conocerá como suben los impuestos exageradamente después de las elecciones, para bajarlos mermadamente cuando lleguen las próximas.  Seguirá contemplando cómo se imputa a corruptos y trincadores desvalidos mientras manifiestan en voz alta su inocencia, y además, cuando se demuestre que son unos “chorizos integrales” surgirá la frase “y tú más”. Seguirán siendo las mujeres las más perjudicadas en la violencia de género, e inconcebiblemente - ahora lo entiendo menos - leerá que algún padre o madre (a los que había que retirar el título) han abandonado a un recién nacido. ¡Siempre ha sido así!

El mundo cambia y se adapta a su tiempo y circunstancias, más desgraciadamente durante décadas ocurrirá más o menos lo descrito, porque desgraciadamente no aprendemos de nuestros errores.


Para mi, lo más importante ahora, es saber que ha mamado bien, que duerme plácidamente y que es feliz, creo. Cuando la miro, más que la canción de Juan Bau, me evoca una de Antonio Flores… “Tan bonita, tan morena… la flor que siempre quise en mi jardín”. Cuestión de prioridades.

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