jueves, 3 de julio de 2014

SIGUIENDO TRADICIONAL COSTUMBRE


            Sabrán del chiste con que nos etiquetan a los burgaleses, bueno, mas bien al clima: ¿Cómo reconoces a un burgalés en una playa nudista?, sencillo, ¡lleva una chaqueta bajo el brazo por si se levanta el frío!. Podía ser verdad. Ayer mismo, mis familiares, los que no sacaron chaqueta, allá hacia las 22 horas, se arrepintieron.

No todas las noches de fiestas burgalesas son frías, pero si la mayoría. Por si no lo saben, por las fiestas de San Pedro (y San Pablo que también existe), - siguiendo tradicional costumbre -, en Burgos, tenemos un microclima inaudito, después de un día de agobio y sofoco podemos disfrutar de la más típica noche otoñal con un mal tiempo espléndido. Luego, cuando pasan las fiestas, por lo general no hace falta llevar la “rebeca” bajo el brazo. Esa infortunada noche - siguiendo tradicional costumbre - abuelos, padres, hijos, nietos… estaban en la calle, supongo a todos mirando al cielo con la boca abierta ya que el espectáculo prometía. Se quedaron chafados… ¡que no han acabado!, ¡falta todavía la traca y el disparo que anuncia el final!… ¡pues parece que no siguen!… ¡que raro!. Un suceso calentó la fría noche burgalesa.

Al poco, ese gran adelanto de nombre whatsapp despejaba las dudas. Se había abortado la sesión; uno de los cohetes, por razones que aún se ignoran y que nunca se sabrán con exactitud, había cambiado la trayectoria para caer entre el gran gentío. De inmediato ruido de sirenas, trabajo extra de bomberos, policía, protección civil y el innegable de las urgencias hospitalarias (máxime cuando están bajo mínimos), resumiendo, más de 20 heridos de diversa consideración de los cuales, 5 quedaron hospitalizados. Afortunadamente entre ellos nadie presentaba riesgo vital, si consideramos no graves quemaduras de segundo grado e injertos necesarios de piel. La realidad es que los titulares de prensa pudieron ser trágicos, aumentando la creencia popular - siguiendo tradicional costumbre - que solo salimos en los medios para cosas climáticas extremas, trágicas y/o vandálicas.

Uno de los más seriamente afectados resultó ser uno de esos amigos de siempre, con los que has ido al colegio, has jugado en la calle, estudiado siendo “cagurrines en Saldaña y en el Hispano”. Alguien con quien has “dado palo” a frutales (entonces se robaba fruta), has cantado, comido, bebido, compartido hombro y llorando con él (o él contigo) en los momentos familiares duros; incluso te has enamorado ante sus ojos, es  uno de esos amigos de referencia que todos tenemos…, sí, ese que ha ido a tu boda, y tú a la suya, y que en la propia familia, sin saber nadie como, resulta que lo es de todos ellos; en fin un gran amigo que por desgracia se encontraba en el lugar equivocado y en el injusto momento.

Vio como llegaba la puta carcasa del cohete a sus pies, y sin pensarlo, la cogió con sus manos y la lanzó lejos. ¿Porqué?, ¡quién sabe!, ver que su familia allí presente corría riesgo, que la integridad física peligraba… Resultado: quemaduras en brazos y cara, ropa inservible, zapatos destrozados, teléfono, gafas y alegría tiradas por la borda, quedándole sobre todo una gran desaz - el dicutido hospital burgal u uqerido en una ambulacia  integridad flimos en los medios para cosas trzados, y el gran disgustón y a su mujer e hijo el monumental disgusto de al ver como introducían a su ser querido en una ambulancia, sin saber todavía el alcance del suceso.

Lo visité en el “anfibio” y discutido hospital burgalés; allí estaba, las manos vendadas, la cara con los estigmas propios, oxígeno aplicado. Lo encontré animado y muy, muy “quemado”. Al día siguiente - siguiendo tradicional costumbre - las fuerzas vivas municipales pasaron por las habitaciones dando ánimos a los afectados,  diciéndoles que no era nada grave, que saldrían enseguida del hospital; todo ello, cuando los galenos todavía no se habían pronunciado al respecto, ni tan siquiera le habían comunicado nada a la familia.

Los titulares de prensa del día posterior ya hacían premoniciones de cómo – siguiendo tradicional costumbre - cada cual pensaba en salvar su culo: “La distancia de seguridad era superior a la que nos indicaba en el protocolo de seguridad la sub-delegación del gobierno”. “Es responsabilidad de los pirotécnicos”. … el Ayuntamiento remitió en la tarde de ayer un comunicado en el que descargaba toda responsabilidad y ya apunta directamente a la empresa organizadora de la sesión. Vamos, ¡yo no!.

Pero también se añade en el artículo una infografía en la que se demuestra que la colocación de los artefactos estaba descaradamente desviada de donde marcaba el protocolo y que se indicaba por parte de los técnicos y subdelegación. ¡Ahí si había responsabilidad!.

Sigue diciendo la nota de prensa en relación con la Subdelegación: “ésta envió un mail a Festejos el 23 de junio, …, en el que se comunicaba al Ayuntamiento que toda la documentación requerida «ha sido completada de forma satisfactoria», pero “con la salvedad de la designación por parte del Ayuntamiento que deberá designar un encargado cuyo cometido será velar por el cumplimiento, vigilancia y control de los contenidos del Plan de Seguridad». Añade: “Al día siguiente, concretamente el 24 de junio, el presidente del IMC, Fernando Gómez, firmó una resolución en la que nombraba al intendente jefe de la Policía Local, Fernando Sedano (otro para la humareda), «para velar por el cumplimiento, vigilancia y control de los contenidos del Plan de Seguridad», señalando que «el intendente contará  con el apoyo del Área de Seguridad y Emergencia para realizar el cometido encomendado». Si los afectados hubieran leído esto con anterioridad, se hubieran quedado más tranquilos. El escrito es una cosa, pero tras los sucesos, la realidad que podemos constatar es otra muy diferente.

Lógicamente - también siguiendo tradicional costumbre – informes y más informes poco contribuirán a clarificar la situación: Tedax, policía, empresa pirotécnica, subdelegación,  ayuntamiento e incluso algún perito particular aportarán escritos poco entendibles para mi amigo; todos ellos intentarán divagar si fue el resultado del infortunio, o si empresa, Gómez y Sedano eludieron su supuesta responsabilidad. Discutirán cual es el epicentro, interpretarán la norma a su “norma”, y hablarán de lo poco claro que es el protocolo. Valoraciones finales y apuntar directamente a alguien dependerá de la “parte contratante de la primera parte”. Para añadir más confusión surgirán tertulianos locales de turno convirtiendo sus aportaciones en dogma de fe.

Resumiendo, - siguiendo tradicional costumbre – al mas puro estilo “trile”, mi amigo nunca sabrá donde está la pelotita y qué o quienes son los culpables. A él le ha estallado en la cara el artefacto, y a los que realmente les tenían que estallar las consecuencias en los mismísimos morros, ya se encargarán de crear confusión y que el asunto salpique a todos ¡menos a mí!.

Pasarán los años, y – siguiendo tradicional costumbre - tras muchos escritos e informes finales, ante la documentación aportada, afirmarán que todo pudo ser a consecuencia de la prole de una de esas patas ribereñas, que en su paseo vespertino con sus patitos tiraron una de las carcasas pirotécnicas, acto que provocó el desvío del cohete. Otro dirá que no se puede obviar el tránsito de alguna babosa, que son traviesas y perfectamente pudo inclinarlo. Uno mas dirá que un topillo, como no ven, en pleno trabajo originó con su montonera un desnivel en el suelo que posibilitó el accidente, y terminarán diciendo que ante tanto informe discordante no se puede exigir responsabilidades a nadie. Lo triste - siguiendo tradicional costumbre – es que mi amigo tras los años, seguirá sin cobrar indemnización, sus prendas y objetos perdidos, mientras algún hijo de los ahora responsables, o incluso ellos mismos con 15 años más, ocuparán un cargo similar en la presumible irresponsabilidad, vamos, “la casta” que dicen los de Podemos. Cuando esto ocurra, conseguirán que la imagen tierna de los patitos detrás de su madre, torne en imagen negativa. Poco pasó para lo que pudo haber sido. Ojalá – siguiendo tradicional costumbre – me equivoque.

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