Sabrán
del chiste con que nos etiquetan a los burgaleses, bueno, mas bien al clima:
¿Cómo reconoces a un burgalés en una playa nudista?, sencillo, ¡lleva una
chaqueta bajo el brazo por si se levanta el frío!. Podía ser verdad. Ayer mismo,
mis familiares, los que no sacaron chaqueta, allá hacia las 22 horas, se
arrepintieron.
No todas las noches de fiestas burgalesas son frías, pero
si la mayoría. Por si no lo saben, por las fiestas de San Pedro (y San Pablo
que también existe), - siguiendo tradicional costumbre -, en Burgos, tenemos un
microclima inaudito, después de un día de agobio y sofoco podemos disfrutar de
la más típica noche otoñal con un mal tiempo espléndido. Luego, cuando pasan
las fiestas, por lo general no hace falta llevar la “rebeca” bajo el brazo. Esa
infortunada noche - siguiendo tradicional costumbre - abuelos, padres, hijos,
nietos… estaban en la calle, supongo a todos mirando al cielo con la boca
abierta ya que el espectáculo prometía. Se quedaron chafados… ¡que no han
acabado!, ¡falta todavía la traca y el disparo que anuncia el final!… ¡pues
parece que no siguen!… ¡que raro!. Un suceso calentó la fría noche burgalesa.
Al poco, ese gran adelanto de nombre whatsapp despejaba las
dudas. Se había abortado la sesión; uno de los cohetes, por razones que aún se
ignoran y que nunca se sabrán con exactitud, había cambiado la trayectoria para
caer entre el gran gentío. De inmediato ruido de sirenas, trabajo extra de
bomberos, policía, protección civil y el innegable de las urgencias
hospitalarias (máxime cuando están bajo mínimos), resumiendo, más de 20 heridos
de diversa consideración de los cuales, 5 quedaron hospitalizados. Afortunadamente
entre ellos nadie presentaba riesgo vital, si consideramos no graves quemaduras
de segundo grado e injertos necesarios de piel. La realidad es que los
titulares de prensa pudieron ser trágicos, aumentando la creencia popular -
siguiendo tradicional costumbre - que solo salimos en los medios para cosas
climáticas extremas, trágicas y/o vandálicas.
Uno de los más seriamente afectados resultó ser uno de esos
amigos de siempre, con los que has ido al colegio, has jugado en la calle, estudiado
siendo “cagurrines en Saldaña y en el Hispano”. Alguien con quien has “dado
palo” a frutales (entonces se robaba fruta), has cantado, comido, bebido, compartido
hombro y llorando con él (o él contigo) en los momentos familiares duros;
incluso te has enamorado ante sus ojos, es
uno de esos amigos de referencia que todos tenemos…, sí, ese que ha ido
a tu boda, y tú a la suya, y que en la propia familia, sin saber nadie como,
resulta que lo es de todos ellos; en fin un gran amigo que por desgracia se
encontraba en el lugar equivocado y en el injusto momento.
Vio como llegaba la puta carcasa del cohete a sus pies, y
sin pensarlo, la cogió con sus manos y la lanzó lejos. ¿Porqué?, ¡quién sabe!,
ver que su familia allí presente corría riesgo, que la integridad física
peligraba… Resultado: quemaduras en brazos y cara, ropa inservible, zapatos
destrozados, teléfono, gafas y alegría tiradas por la borda, quedándole sobre
todo una gran desaz
ón
y a su mujer e hijo el monumental disgusto de al ver como introducían a su ser
querido en una ambulancia, sin saber todavía el alcance del suceso.
Lo visité en el “anfibio” y discutido hospital burgalés;
allí estaba, las manos vendadas, la cara con los estigmas propios, oxígeno
aplicado. Lo encontré animado y muy, muy “quemado”. Al día siguiente - siguiendo
tradicional costumbre - las fuerzas vivas municipales pasaron por las
habitaciones dando ánimos a los afectados,
diciéndoles que no era nada grave, que saldrían enseguida del hospital;
todo ello, cuando los galenos todavía no se habían pronunciado al respecto, ni
tan siquiera le habían comunicado nada a la familia.
Los titulares de prensa del día posterior ya hacían
premoniciones de cómo – siguiendo tradicional costumbre - cada cual pensaba en
salvar su culo: “La distancia de seguridad era superior a la que nos
indicaba en el protocolo de seguridad la sub-delegación del gobierno”. “Es
responsabilidad de los pirotécnicos”. “… el Ayuntamiento remitió en la
tarde de ayer un comunicado en el que descargaba toda responsabilidad y ya
apunta directamente a la empresa organizadora de la sesión. Vamos, ¡yo no!.
Pero también
se añade en el artículo una infografía en la que se demuestra que la colocación
de los artefactos estaba descaradamente desviada de donde marcaba el protocolo y
que se indicaba por parte de los técnicos y subdelegación. ¡Ahí si había
responsabilidad!.
Sigue
diciendo la nota de prensa en relación con la Subdelegación: “ésta envió
un mail a Festejos el 23 de junio, …, en el que se comunicaba al Ayuntamiento
que toda la documentación requerida «ha sido completada de forma
satisfactoria», pero “con la salvedad de la designación por parte del
Ayuntamiento que deberá designar un encargado cuyo cometido será velar por el
cumplimiento, vigilancia y control de los contenidos del Plan de Seguridad». Añade:
“Al día siguiente, concretamente el 24 de junio, el presidente del IMC,
Fernando Gómez, firmó una resolución en la que nombraba al intendente jefe de
la Policía Local, Fernando Sedano (otro para la humareda), «para velar
por el cumplimiento, vigilancia y control de los contenidos del Plan de
Seguridad», señalando que «el intendente contará con el apoyo del Área de
Seguridad y Emergencia para realizar el cometido encomendado». Si los
afectados hubieran leído esto con anterioridad, se hubieran quedado más
tranquilos. El escrito es una cosa, pero tras los sucesos, la realidad que
podemos constatar es otra muy diferente.
Lógicamente - también siguiendo tradicional costumbre – informes
y más informes poco contribuirán a clarificar la situación: Tedax, policía,
empresa pirotécnica, subdelegación,
ayuntamiento e incluso algún perito particular aportarán escritos poco entendibles
para mi amigo; todos ellos intentarán divagar si fue el resultado del
infortunio, o si empresa, Gómez y Sedano eludieron su supuesta responsabilidad.
Discutirán cual es el epicentro, interpretarán la norma a su “norma”, y
hablarán de lo poco claro que es el protocolo. Valoraciones finales y apuntar
directamente a alguien dependerá de la “parte contratante de la primera parte”.
Para añadir más confusión surgirán tertulianos locales de turno convirtiendo
sus aportaciones en dogma de fe.
Resumiendo,
- siguiendo tradicional costumbre – al mas puro estilo “trile”, mi amigo nunca
sabrá donde está la pelotita y qué o quienes son los culpables. A él le
ha estallado en la cara el artefacto, y a los que realmente les tenían que estallar
las consecuencias en los mismísimos morros, ya se encargarán de crear confusión
y que el asunto salpique a todos ¡menos a mí!.
Pasarán los años, y – siguiendo tradicional costumbre -
tras muchos escritos e informes finales, ante la documentación aportada,
afirmarán que todo pudo ser a consecuencia de la prole de una de esas patas
ribereñas, que en su paseo vespertino con sus patitos tiraron una de las
carcasas pirotécnicas, acto que provocó el desvío del cohete. Otro dirá que no
se puede obviar el tránsito de alguna babosa, que son traviesas y perfectamente
pudo inclinarlo. Uno mas dirá que un topillo, como no ven, en pleno trabajo
originó con su montonera un desnivel en el suelo que posibilitó el accidente, y
terminarán diciendo que ante tanto informe discordante no se puede exigir
responsabilidades a nadie. Lo triste - siguiendo tradicional costumbre – es que
mi amigo tras los años, seguirá sin cobrar indemnización, sus prendas y objetos
perdidos, mientras algún hijo de los ahora responsables, o incluso ellos mismos
con 15 años más, ocuparán un cargo similar en la presumible irresponsabilidad, vamos,
“la casta” que dicen los de Podemos. Cuando esto ocurra, conseguirán que la
imagen tierna de los patitos detrás de su madre, torne en imagen negativa. Poco
pasó para lo que pudo haber sido. Ojalá – siguiendo tradicional costumbre – me
equivoque.
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