Lo hicieron justamente ayer por la tarde. Venían de África,
o al menos así nos lo han dicho siempre. Sí, pura rutina, son ciclos. Lo
sabemos, se concentran en el litoral africano, y en bandadas más o menos
numerosas llegan a la península. Una vez en territorio español, se distribuyen
por su geografía. Van donde encuentran sustento fácil y donde puedan instalarse
con la mayor comodidad posible.
Partieron casi a la vez que la última remesa de
desesperación africana que intentó franquear la frontera, pero ésta lo tuvo más
fácil que la humana. Sobrevolaron altas vallas, no sintieron las concertinas de
la discordia, no acusaron botes de humo ni pelotas de goma. Solo se mojaron por
puro deleite y no tuvieron que pagar con su vida el tributo de la soñada y ansiada
libertad. Hablo de las cigüeñas del campanario que acuden todos los años a la
llamada reproductora.
Cada 3 de febrero, festividad de San Blas, comienzo a observar
cuando llegan; si pasan los días y no aparecen, recuerdo lo de… “Por San Blas,
la cigüeña verás, y si no la vieres, año de nieves”. Seguramente nevará después
de este día; no porque las cigüeñas no hubieran llegado en esa fecha, si no por
el propio tiempo invernal de estas fechas, los ciclos cambian y hasta los
refranes pierden vigencia. Antaño, se marchaban durante 3 o 4 meses. En los
últimos años apenas nos abandonan poco más de un mes; seguramente sea debido al
calentamiento global, que tiene la culpa de todo; ciertamente el tiempo ahora es
más benigno y aquí encuentran lo que necesitan.
Llegaron en pareja, justamente después del bucólico día de
San Valentín; era un 15 de febrero, festividad de San Saturnino. Nada más posarse,
afanosas, comenzaron a acomodar uno de los nidos de la iglesia de San Lorenzo. La
primera colocaba las pocas ramas que quedaban en orden, la otra iba y volvía
con más ramas en su pico, grandes, pequeñas, dependía el tamaño para el arreglo
puntual.
Ahora pasarán semanas de gran ajetreo, continuas idas y
venidas ocuparan su tiempo…, primero comida, luego una rama, más tarde toca una
lata de aceite, después algo brillante, una rueda de bici, una culebra…; es
curioso lo que suben a las alturas, así que un nido en un tejado normal, por
peso y por acumulación de excrementos, resulta un gran problema.
Una vez el nido esté remozado, la
hembra pondrá unos cuatro huevos, que en el transcurso de un mes eclosionarán.
Desde el mirador de mi casa, todos los años he visto uno o dos polluelos
(excepcionalmente tres). Hasta romper la cáscara, la pareja se turnará en
labores de incubación, y después, ambas se encargarán de la alimentación,
realizando infatigables viajes. Por San Pedro y San Pablo toda la familia
volará en busca de comida, y al caer el sol, ocuparán torres, pináculos y
cabezas de santos en nuestra catedral. Ya de noche, volverán al nido, a pata
coja otearán como la calle se vacía de personal. Por otoño acudirán atentas a
los surcos removidos por de la reja del arado, y se posicionarán para atrapar
cualquier animal que surja entre el vaho de la tierra, porque hasta entonces
habrán basado su alimentación en diferentes vertederos, conocerán el sabor de
la pizza, la hamburguesa y hasta el de la trucha al horno, porque culebras y
ranas, cada vez consiguen menos.
Siempre he escuchado que son fieles, vamos, que sus lazos
de pareja duran toda la vida, que son monógamas y mantienen un código ético
nada promiscuo. Vuelven siempre al mismo nido que dejaron la temporada
anterior, si llega otra pareja, ocupará en zona aledaña otro gran nidal. Vemos
espadañas imposibles con numerosos nidos.
Observarán desde su atalaya
privilegiada los fuegos artificiales, indiferentes, sin inmutarse, dejarán resbalar
la lluvia por sus plumas, y cuando los fríos comiencen a notarse con más
severidad e insistencia, partirán hacía tierras cálidas en busca de la copa de aquel
baobab o argán, los mismos donde dejaron sus nidos la temporada pasada. Alguna
no volverá. ¿Alguien sabe dónde mueren las cigüeñas?. De moradores migratorios humanos
de tierra africana si sabemos que algunos reciben a la “parca” mojados,
intentando desesperadamente lograr su sueño, huyendo de la miseria a bordo de algo
parecido a una barca en la que han invertido todo, intentan huir y a la vez
olvidar luchas tribales y el injusto reparto de riquezas del mundo.
En contra de lo que piensen algunos, no
lo hacen por fastidiar al responsable de la Guardia Civil, ni al ministro de
turno, que han tenido que ir modificando e improvisando cual de las diferentes
versiones se acerca más a lo que va apareciendo en imágenes. La realidad es que
mientras no se ataque el problema desde el origen, promoviendo libertad, formación,
empleo y generando recursos suficientes; a la hora de comer seguiremos
asistiendo impasibles a noticias de ahogamientos, zozobras, cortes, saltos,
muertes provocadas por la desesperación, algún acto heroico a cargo de la
benemérita, y más de los mismo día tras día. Internet muestra un mundo
diferente, irreal, pero no da de comer. Nos repartimos su tierra en sucesivas
guerras, colocando en el poder marionetas sin escrúpulos movidas por intereses espurios,
y cuando acabamos con sus recursos y no resultó interesante la participación en
proyectos de futuro, los dejamos abandonados y desesperados, tanto, que no les
queda más alternativa que poner tierra por medio. Historias de la historia.
Esta semana se habrá mezclado en las
playas del sur el crotoreo ruidoso producido por el pico de la cigüeña blanca al
comunicarse, ruido observado y seguido por miembros del Seprona, y enfrente, el
estruendo de armas disparando pelotas de goma a cargo de unidades de
intervención de la misma Guardia Civil cumpliendo a duras penas las órdenes
impuestas. Seguro que alguno de los que
han perecido esta semana pasada en aguas españolas, vio surcar por el aire en
vuelo majestuoso alguna bandada de cigüeñas, causándole envidia considerar que
una vez llegaran las aves a su destino europeo, no tenían que ingresar en
inútiles centros de internamiento, regularizar papeles, ni malvivir
eternamente.
¿Se sabe de algún ilegal llegado a
Gibraltar?. Nunca lo he leído. Seguro que el peñón dispone de leyes sobre
inmigración muy severas que limitan su llegada, por eso es más fácil hacerlo
donde la legislación es contradictoria. El problema no es solo de la nación
receptora, si no de toda Europa (comunidad, viene de común). ¿No habría que
exportar la alícuota parte de ilegales que entran en España, Italia, Grecia…
etc., a cada país de la comunidad europea?. Resulta paradójico que esta Unión Europea
nos afee la conducta contra la entrada ilegal (más bien los métodos empleados),
y por otra, nada se haga si en algunos países, a un español, europeo (de
momento), si no encuentra trabajo en tres meses, se lo expulsa dejando en nada
la pretendida libre circulación de las personas europeas, ¿son problemas de
letra pequeña?. Que hay mantener la legalidad, ¡sin duda!, de otra manera se
nos irá de las manos, y algún colectivo, como siempre, será culpable del paro, la
inseguridad, violencia, etc.; y pagarán tanta frustración, ha
ocurrido así siempre.
Hasta el mito ancestral y creencia
popular infantil que las cigüeñas
portaban y repartían bebés, también se ha utilizado históricamente para
diferenciar clases: en época de esclavitud en Estados Unidos, se decía a los
niños blancos que a ellos los traían las cigüeñas, y que los hijos de esclavos nacían
de huevos de buitres. Libres, esclavos, pobres, ricos, castas…, causa de
desavenencias, asesinatos, violaciones y movimientos migratorios imposibles de
parar. La vida tiene estas incongruencias impensables cuando se redacta una
constitución, un estado europeo o unos derechos humanos. La realidad,
tristemente, es que los pobres y desvalidos hijos de un Dios menor siempre
seguirán con la adversidad enfrente.
Me imagino los mismos días a andaluces grabando
estos avatares como si fueran un espectáculo más, una chirigota irreal plena de
dramatismo, verlos palmeando en el agua, gritando angustiados, certificando como algunos
se pelean con la muerte al intentar pisar una tierra de esperanza, visualizando
el duro viaje al pairo de mafias y condiciones duras para estas pseudo-embarcaciones,
viajando hacinados en cayucos, con menores, embarazadas… y al mismo tiempo, también yo,
desde mi mirador, ejerciendo de “voyayeur” al observar la pareja de cigüeñas blancas
que tengo por vecinas, aves que en pura poesía llegaron un 15 de febrero para
anunciarme que el duro invierno estaba pasando. Seguramente si fueran inmigrantes
africanos no encontraría tal poesía en la vecindad. Recuerdo una foto que ganó
un premio Pulitzer, era en una playa española, se veía una pareja tomando el
sol, ambos en bañador, a escasos metros aparecía tendido el cuerpo inerte de un
africano que a diferencia de las cigüeñas, vio truncado el legítimo sueño de
conseguir una vida mejor. Posiblemente a los bañistas les hubiera dado más pena
una cigüeña muerta a la orilla, es menos habitual y no salen en los
informativos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario