domingo, 10 de enero de 2016

UN VEGANO ENTRE REJAS

Da igual, puede ser grande, mediana o pequeña, se trata de una ciudad, la tuya, por ejemplo. Lo habrás observado en más de una ocasión en cualquiera de sus calles a una hora indeterminada del día, cuando ajeno al deambular ligero del trabajador o al pausado de los enamorados, un hombre se afana en su labor.

Resulta chocante, lo he visto de nuevo y a la misma hora de ayer, elevado, de puntillas sobre las desgastadas deportivas, elevándose por encima de la portilla del contenedor del súper, removía la basura con el palo de una escoba. Observo, saca una bolsa, se trata de un par de bandejas de empanadillas pre-cocinadas, las abre, las huele, las prueba, vuelve a olerlas, y las deposita en el vetusto carrito de compra que encontró la semana pasada tirado entre otros enseres. Hoy ha habido suerte, no pasará el hambre de ayer.

He llegado a casa dando vueltas a la escena contemplada pensando cual sería la causa de tanta penuria en este fracasado de la vida, ¿un abandono matrimonial?, ¿un despido laboral?, ¿un enganche a cualquier tipo de droga o alcohol?, ¿la muerte precoz de sus progenitores?, ¿un rechazo al orden establecido?. Es un hombre anónimo y muchas veces invisible a nuestra rutina.

Este otro sujeto se llama Juan Manuel Bustamante Vergara, es un recluso vegano, que obviamente ha ingresado por no tener con sus semejantes el mismo celo y ternura que parece producirle ver sufrir a los animales. Resulta paradójico que alguien que ha podido violentar o pisotear los sueños y libertades de un congénere, tenga escrúpulos por el sufrimiento animal, pero por algo se empieza y arrepentidos quiere Dios. Dicen.

Bustamante ha puesto en un brete a la prisión donde se encuentra recluido al exigir que el menú correspondiente a su alimentación diaria sea vegano. La estulticia nos come, nos corroe, nos pisotea y arruinará nuestro futuro, porque los que acechan no se andan con tanto remilgo, ni se la cogen con papel de fumar.

Aunque técnicamente sea perfecta, no crean que la típica alimentación “a pan y agua” de otros tiempos habría convencido al tal Bustamante Vergara, seguramente hubiese puesto el grito en el cielo al contemplar un mendrugo mohoso,  pues entonces no se hubiera mostrado tan “tiquismiquis” al analizar como una barredora recogía los pollos, que otra máquina los matara, que resultara elevada la temperatura del agua para escaldarlos, e incluso no hubieran sido demasiadas las pegas al contemplar las aves expuestas sin pudor tras una vitrina frigorífica, todo ello le hubiese importado un bledo si el duro mendrugo hubiese llegado acompañado de un muslito humeante de tostado pellejo, con su aceite, su ajito…

Contrasta que en prisiones determinadas existan piscinas climatizadas, gimnasio y calefacción, mientras fuera otros padecen pobreza energética, o como vemos a diario que necesiten rebuscar entre despojos su alimento para aguantar un día más, ¡lo que sea!, o tengan que esperar en esa fría noche de invierno al grupo de ángeles altruistas benefactores repartiendo café y caldo caliente  previo a tomar la horizontal en el desgastado cartón. En el mejor de los casos en ciudades donde existan, podrán acudir a comedores sociales con más carencias que muchos centros penitenciarios españoles, eso sí, sin levantar la voz afirmando ¡esto no lo quiero, soy vegano!, porque el resto de amparados dará buena cuenta de su menú en un santiamén.

¡Pobres y hambrientos honrados de España!, exigid vuestros derechos, pedid dietistas que os preparen un menú acorde a vuestras creencias alimenticias particulares, ¡qué menos!, La constitución habla del derecho de todo español a una vivienda digna y a un trabajo. ¿Dónde está lo vuestro?, tenéis cuando menos la misma equidad que el vegano entre rejas, al que por cierto había que recordarle que idéntica ética y moral que aplica con los animales debió habérsela aplicado con sus semejantes, de los que pienso serán merecedores del mismo cariño, respeto y moralina que pollos, cerdos o vacas, e incluso, ya puestos, que escarolas, borrajas y puerros, a los que habría que escuchar - si tuvieran cuerdas vocales - cuando los arrancan de su acogedora tierra.

Dice el sabio refrán: “Si tu casa ves arder, en tu culo un avispero, y a tu mujer con el cura, ¿adonde acudes primero?. Será tan necesario o más atender inicialmente las necesidades básicas de quien padece hambre, miseria, frío y hasta sed de justicia, que exigencias reclusas impensables en cualquier tiempo, y a Bustamante comentarle que no es lo mismo justo que justicia. Justo sería que todo el mundo tuviera que comer, y justicia es la que le han aplicado por delinquir.

Amigo Juan Manuel, es lo que tiene la cárcel, privación de libertad y menú establecido.