viernes, 28 de marzo de 2014

DESDE LA MEMORIA


Me tocó dar la noticia. Fue una fría madrugada de un 20 de Noviembre, corría el año 1975. Tenía que hacer la cuarta imaginaria, la peor, ya que había que despertar al oficial de guardia, a los de cocina y a todos aquellos que entraban de servicio antes de formar. Recuerdo perfectamente que la imaginaria fue arrestada, las normales me las hacía un “coleguilla” de Cantabria, no le importaba al tener que dormir en el cuartel.

La verdad es que aquel acuartelamiento parecía más un campamento juvenil que un centro militar. Tan sólo había un soldado de reemplazo, vamos forzoso, que decíamos; yo contaba 19 años y era de los de más edad, el grueso de tropa rondaba 19 primaveras. La mayor parte de las noches, se habrían podido tomar las instalaciones al asalto. La tropa con funciones de patrulla, puesto, puerta, refuerzo o imaginaria, ponía más celo en localizar un lugar donde al calor de la áspera manta poder dormir un rato, que patrullar con Cetme  y correajes por el recinto del Aeródromo de Villafría. La profesionalidad de este grupo era dudosa; si a un ejército no cualificado, lo añades tierna edad, el resultado es más que previsible. Era lo más parecido a un campamento de verano, pero con práctica de tiro. Debido a esa laxitud, cuando entraba de refuerzo llevaba de equipamiento complementario un despertador. Lo normal era salir del cuerpo de guardia y en mi caso, cerrarme en la oficina en que estaba destinado, allí había calefacción y un sofá sin muelles donde pasar dos horas lo másel artilugio conb alarma la re-e de guardia y cerrarme a ienestartado, le hubiesa dolidoobacitriba en que los vencedores la re-e cómodo posible. Llevaba tal alarma ante el temor de quedarme dormido y no poder despertar al siguiente servicio, aunque los avisos  tan solo surgían muy de cuando en vez porque el oficial de guardia incomprensiblemente, se levantaba.

Como decía, cuando sonó el despertador, puse el transistor y tan solo se escuchaba música fúnebre o militar. ¡A sus órdenes mi brigada!, son las seis, sin novedad… bueno, tengo la impresión que Franco ha muerto. Efectivamente, aunque teníamos la creencia que aunque no inmortal, era inmorible, y podía haber fallecido días atrás; fue esta mañana cuando las ondas constataron el óbito.

Había miedo. Tanto habíamos oído que Franco era el garante de la paz; que nuestros abuelos, e incluso padres, pensaban que la desaparición del dictador, podía derivar en una guerra fratricida. Yo por si acaso, y como tenía permiso, salí zumbando del cuartel pensando que me llamarían enseguida. No sucedió así, sin embargo recuerdo que mi hermano estando en artillería,  si estuvieron tres semanas acuartelados.

Cuando el 22 de Noviembre Juan Carlos I, tomó las riendas de la responsabilidad, me convirtió en uno de aquellos soldados que sirvieron a la dictadura y a la monarquía, más tarde constitucional, jurando defender la Constitución, y lo pasado, pasado.

Por aquellos días. las carreras delante de los “grises” eran continuas, yo diría que pocos jóvenes estábamos conformes, quizá como sucede hoy que se han recrudecido hasta el punto de hacerme recordar aquella etapa. Las epifanías solían concluir en la Plaza del Cid, y allí, esperando a la que conseguía que mi corazón latiera con más fuerza, con el acompañamiento sonoro del: shhhh, shhhh, shhhh, ¡Que vienen, que vienen!, me pillaron a contrapié cargas y carreras. A los gritos de libertad, con el paso de los meses se unieron los de ¡amnistía!, quedando más o menos así: ¡Libertad, amnistía, estatuto, autonomía!; hoy estos deseos se suponen resueltos. Son más tristes los que ahora se corean: ¡Pan, trabajo, techo y dignidad!. ¿De verdad hemos avanzado?.

Los jóvenes, poca confianza teníamos en aquel Adolfo Suárez que veíamos con camisa azul de Falange, sabíamos que había controlado programas informativos de TVE, y que en aquellos momentos era nada menos que Vicepresidente General del Movimiento, llegando con Arias Navarro a ser Ministro Secretario General del Movimiento, hasta que el primero, viendo la poca confianza de la cuadrilla, hizo “mutis por el foro” y dejó más o menos expedito el paso al que fue un presidente habilidoso para consensuar un país crispado y atenazado por el miedo.

Alguien dijo que fue encomendado porque conocía bien la derecha instalada en el poder, si realmente fue así, ahora no lo sabemos. Ocupó un centro que recogía los votos de muchos de aquellos que necesitaban estabilidad y concordia. Es cierto que supo mover bazas, marcarse algún farol y realizar algún arrastro antológico, sorprendiendo y descolocando “a los de derecha como a los de izquierda”. Chocó considerablemente que alguien que intimaba con el Opus Dei realizara una ley de divorcio criticada por sectores diestros, que luego no se sonrojaron al ser los primeros en solicitarlo.

No fue una transición modélica, como ahora cuentan. Fue difícil, crispada, y se salvó por las ganas que teníamos todos de cerrar una etapa en la que la mitad de los españoles, de alguna manera, eran sospechosos de algo. Autonomía, autodeterminación, cosas que entonces nos parecían maravillosas y que con el paso del tiempo nos hemos dado cuenta que de poco sirven, y menos a semejante precio, surgieron en esta etapa. Se atrevió aquel Sábado Santo “Rojo” del 9 de Abril de 1977 a legalizar al Partido Comunista; un día, en que pese a las procesiones, ya comenzaban a abrir los bares. En La Farola recibimos la noticia que entraban en democracia aquellos de los que se decía tenían tridente, rabo y cuernos.

Su primera etapa política será recordada con cariño: logros, apertura, libertad… Tendremos siempre en la retina la imagen ante Tejero, en pie, de frente, manifestando la desaprobación golpista. No se me olvidará jamás la imagen de su soledad en el parlamento. Él, en los últimos 11 años, supongo, apenas habrá recordado la traición de los suyos y las enconadas peleas y presiones con socialistas y populares en el Congreso y hasta no hace tanto, el olvido del Rey.

Hizo cosas buenas y menos buenas. Una de las cosas que no se atrevió a reparar fue la memoria histórica, no debía ser fácil. Felipe González que le siguió en el cargo dos legislaturas, tampoco hizo lo necesario. Si se hubiera realizado en su momento, posiblemente ahora no estaríamos todavía con titulares de prensa en este sentido, pero era momento de templar gaitas.

La guerra es cruel, ni todos son buenos, ni todos malos. La diferencia estriba en que los vencedores la escriben a su manera, dan adjetivos de mAa﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽epifano tiempo nadie se atreviuna fosa olvidadaos, ni todos malos. La diferencia estriba en que los vencedores la re-eártires y héroes  a los suyos, otorgándoles privilegios y prebendas, mientras que a los perdedores se les olvida bajo la tierra de una fosa que durante mucho tiempo nadie se atrevió a denunciar. Ni identificar. A sus familiares se los represalió además con el desprecio más absoluto durante años y todo por defender una opción electa. ¿Cuándo nos olvidaremos de las dos Españas?.

No porque le haya llegado su día, sino por merecimiento propio ante la difícil papeleta encomendada por el Rey, como fue liquidar la dictadura y ejercer de catalizador ante la intolerancia y el desorden previsibles en sectores opuestos, si debemos ser agradecidos con quien tuvo que definir una política con mayúsculas a camino entre la dictadura y la república, y lo consiguió. Es un gran mérito por su parte. Hay que agradecerle también que fuera un hombre honesto consigo mismo, que aguantó tensos funerales junto a algunos ministros y sobre todo junto al recordado Gutiérrez Mellado, con crispados y tenebrosos  gritos de ¡Ejército al poder!, que nos encogían el esfínter. Además tuvo la gallardía de dimitir con muchos menos motivos de los que le siguieron en la poltrona del cargo; además ha sido el mejor de los presidentes democráticos electos, ya que desde entonces, el que sigue al anterior demuestra menos intelectualidad e ínfimo talante político, vamos, que son más torpes.

Para alguien que pese a tener mayorías, gobernó con el consenso de partidos y legisló mejoras sociales colocando los cimientos del trasnochado estado del bienestar, si hubiera tenido sus capacidades en perfecto estado, le hubiese dolido tremendamente contemplar esta clase estamental que están propiciando sus sucesores; desgraciadamente las castas vuelven a tener actualidad; de seguir en esta dinámica de desaguisados laborales y sociales, los pobres nacerán y morirán indigentes haciendo recordar el proletariado (ahora solo con un hijo por familia), y los ricos lo harán en alta cama y morirán en la opulencia absoluta. ¡A mandar, señorito, que para eso estamos!.

La imagen de los González, Aznar, Zapatero y Rajoy, tristes, circunspectos y serios ante el féretro de Adolfo Suarez, - más figurantes que políticos del y para el pueblo -, me creó la duda de saber a ciencia cierta si este rictus se debía al dolor propio por la pérdida de un amigo y buen político, o si simplemente estaban contemplando amargamente el poco prestigio que en estos momentos goza la clase política, en contrapunto con el respeto trabajado y merecido del abulense que nos ha dejado.

2014.03.25