Hacia
el día de San Pedro, así como quien dice el 29 de junio, mientras en Burgos,
reinas, damas de honor, peñistas y demás ofrecían sus flores a Santa María la
Mayor, en el Congreso de los que nos representan se votaba y aprobaba la ley de
“compatibilidades privadas” para sus eficientes señorías; vamos, dilucidaban si
aparte de sus grandes responsabilidades políticas y emolumentos, podían
dedicarse a otros menesteres. Los pluriempleados parlamentarios llevaban un año
caninos esperando que se aprobara, para mi, la incomprensible ley.
Curiosamente, pese a permanecer la cuestión bloqueada por el PSOE durante este
tiempo, salía adelante merced al voto unánime
de todos los grupos, que en secreta votación, ratificaban su acuerdo. ¿Nos
subimos el sueldo? ¿Nos auto-aprobamos prebendas? ¡Pues claro que si!
No me sorprende
la postura tradicional de la derecha, pero sí la de la izquierda de la izquierda
es decir, Podemos. Su dirigente, nuestro ciencias políticas Iglesias (ahora en
excedencia), es además tertuliano, periodista y hasta las malas lenguas
aseguran que dirige una emisora iraní. Con
tanto pluriempleo y trabajo dispar no resulta extraño que en algunos momentos las
bancadas y escaños estén vacíos; por si no lo saben, ¡no fichan!, ni para
entrar, ni para salir.
Hay que reconocer
la increíble y febril capacidad de trabajo que muchos de estos animales
políticos tienen y que ante tal cúmulo
de sapiencia y actividad laboral, hacen que me sienta insignificante. Hemos
conocido diputados que son alcaldes de ciudad y asesores de empresas, todo a la
vez. Yo, pobre de mi, incluso después de 46 años cotizados tengo sensación de
ser un incapacitado laboral, y para mi propio consuelo no me queda más que
asumir la sabiduría de mi abuelo cuando decía “quién mucho abarca poco aprieta”,
aunque éstos vaya si nos aprietan.
Nuestros diputados
cuando se ponen en faena, a veces más que resolutivos en problemas de calado, se
enredan en discursos cara a la galería y se exceden en promulgación de leyes
absurdas y poco entendibles en la situación actual. Últimamente en sus
alocuciones prima lo del género: señoras, señores, diputados, diputadas,
ciudadanos, ciudadanas…, con la fácil que lo tenía Miguel Ríos: “!Buenas noches,
bienvenidos hijos del rock and roll!, y allí nos dábamos todos por aludidos:
hombres, mujeres, niños, niñas, vascos, vascas,
gerentes, “gerentas”, escayolistas, escayolistos y hasta militares y militaras
sin graduación.
Los elegidos en
las urnas a veces tienen grandes momentos, así ratificaron en solemne sesión parlamentaria
que nadie puede llamarse Caín, Judas, y mucho menos Lenin, ¡constructivo y
vital para el progreso! No crean que a nivel municipal los responsables se
quedan a la zaga: En la playa de Tenerife no se pueden hacer castillos de
arena, mientras que en Granada no se
puede follar dentro del coche, y menos si es un Simca 1000 porque es más
difícil y no estamos para pagar fisioterapeutas. ¡Así nos pinta la natalidad! Si
sus señorías dedicaran todo su tiempo a la política con rigor y coherencia, y
no en la profusión de insultos, algarabías, camisetas reivindicativas,
pancartas ridículas, sonrisas cínicas, dudoso sentido del humor, votos
comprados o mociones de censura perdidas de antemano, seguramente se corregirían
muchas cosas que incomprensiblemente hacen falta. ¿Qué podían hacer? Muy
simple: ¡escuchar el clamor popular!
Además de intentar
“politiquear” en común para lograr una tasa de paro con parámetros de
normalidad, lo de la vivienda digna y demás promesas de la Constitución y precampaña
electoral, habría que legislar para poner en la práctica que todo español lograra
el derecho a un salario digno, y no a cobrar 600 euros por 60 horas semanales.
Por ejemplo.
No es normal
tampoco que no se haya legislado una necesaria ley impidiendo que-cuando vuelvas
de comprar el pan te encuentres con algún “ocupa” residiendo en tu domicilio, y
tengas que denunciar, contratar abogado, procurador, llorar en la televisión, invertir
dinero y mala sangre, para que a la vuelta de un par de años la justicia te
entregue tu teórica propiedad sin muebles, sin tus recuerdos y totalmente
desvencijada, y tú mientras con la sensación de que okupas, justicia y
legisladores te han hecho un fisting antológico en el trasero, que te lo
han dejado en carne viva, vamos, como la bandera de Japón. La de guerra por
supuesto; ¡ah!, y ahora, por si acaso, no vuelvas a salir de casa pues nadie te asegura que no vuelva a pasar. ¿Pero
hay algo más sagrado que la propiedad privada? ¿No era más resolutivo antaño?.
Recuerden cuando, con las manos juntas en la boca a modo megáfono, se oía decir
a un personaje circunspecto con grandes guías bigotudas: “Le habla el
sargento Romerales de la Guardia Civil, tiene cinco minutos para desalojar su
ocupación… si pasa un segundo, proceda, cabo”, y sin más, un tembloroso
intruso salía por la puerta con los brazos en alto, y ahora resulta que la
benemérita hasta corre por delante de agresores y traficantes. ¿No es
responsabilidad de quienes fabrican las leyes? Contrasta demasiado cuando la
misma seria justicia se persona para desalojar de su casa a quien no puede
hacer frente a la hipoteca, o al que no puede pagar la subida del nuevo
alquiler impuesto por esos que se han quedado con la gestión municipal de pisos
de renta antigua, dejando a inquilinos mayores y sin capacidad de maniobra,
desvalidos, a los pies de un mal intemporal llamado especulación.
Por cierto, unas dudas
al hilo de la cuestión: Los afectados que negocian con los ocupantes para que tras
acuerdo económico salgan de forma racional, ¿se pueden desgravar la cantidad en
la declaración de la renta? ¿Lleva iva el recibo?... Si lo contara Gila, pese a
ser tan triste, hasta tendría gracia. Lo más alarmante es que todo es cierto y
sucede mientras sus señorías, si han tenido a bien presentarse en la Carrera de
San Jerónimo, riéndose del personal, dedican tiempo a jugar en el hemiciclo al Candy
Crush, a leer un libro o a ojear el Interviú con ojos mas saltones que los
pechos de las retratadas.
Si con los de la “casta”
nos va mal, ya comentaba que los de la “castilla” hacen lo imposible por
emularles. Por ejemplo: Juan Cabreado en Andalucía y Pepa Maldiciendo en
Asturias, están que trinan con el asunto de la herencia que sus padres, felices,
les habían dejado en el testamento. Ocurre que tras un desmesurado valor
catastral (que no ha bajado en tiempo de crisis) y un feudal impuesto
arbitrario, ni Cabreado ni Maldiciendo pueden hacer frente a lo que les piden
para escriturarlo a su nombre, y menos en ese improrrogable plazo, pues ¡harto tienen
con llegar a fin de mes! Pero “papá autonómico” no atiende razones humanitarias
de peso, así que procede, ejecuta y subasta consintiendo que los de siempre
puedan seguir ampliando la “pucherilla”. Y es que no hay cosa más rentable para
las arcas que un bien inmueble. Así como en época medieval el señor feudal sin
atender a razones se quedaba con el cochino, la gallina o el conejo, ahora no
se quedan atrás.
Cuando con ilusión
compras un piso no sabes bien la que se avecina: letras de banco, notaría, iva,
escrituras, impuestos varios, seguro, ibi anual, basuras, reciclajes… para que
cuando por fin entregues la geta al Soberano, pensando que vas a hacer un favor
a a tus ascendientes o descendientes, resulta que lo que dejas es un “marrón de
cuidado” lleno de contratiempos y pagos inasumibles. Si lo consiguen, llegarán
los nietos, y vuelta a empezar, una y otra vez. Un bucle perfecto.
Estos son
problemas que tenemos los comunes votantes, sin embargo los Padres de la
Patria, con una cuarta parte de tiempo cotizado, tienen derecho a la máxima
pensión, e incluso los Aznar y González, aún de jubiletas, pueden seguir asesorando
a quienes nos esquilman. El primero, según informaciones, además de un bochornosamente
salario vitalicio, se complementa, para ir tirando, ejerciendo como consejero
(Endesa) y conferenciante. Con estos extras se levanta más de millón y medio de
euros. El segundo, un socialista de pana y descamisado de pura cepa, (asesor en
Fenosa), consigue llegar algo más desahogado con dos millones de ingresos anuales.
Según la prensa, hasta 43 políticos están enchufados en las eléctricas. ¿ Y todavía
nos preguntamos por los altos precios de la energía? Mientras, una viuda con
pensión del Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez por importe de 408,10
euros, tiene que hacer frente a la comunidad, comer, pagar recibos…, e incluso
dar la propina a Luisito, su hijo divorciado que, desde hace 36 meses, a sus 51
años, y tras 30 de trabajo ininterrumpido, se ha quedado en el paro y sin
ingresos. Aunque él todavía no lo ha asimilado porque está sumido en una
depresión, para su alegría posterior, el piso se lo quedó “la estirada”. ¡Qué
se joda”, dice la del SOVI con la sabiduría que aporta la experiencia.
Estos dos expresidentes
descritos son de los que dicen que hay que jubilarse a los 70; pasa en esto
como con aquel trabajador que en la desolación del páramo pelado, hacía adobes con
el torso sudado y desnudo, respondía con desaire al cura preguntón, que protegiéndose bajo paraguas del sol abrasador
parecía tenerle envidia, y era entonces cuando el adobero cabreado le decía: ¡joderse
y haber aprendido mejor oficio!
Por no aburrir, no
quiero hacer detallada exposición de chanchullos, mordidas, desvíos,
prevaricaciones, alzamientos, financiaciones ilícitas, comisiones, evasiones y
demás tonterías a las que nos tienen acostumbrados algunos de los casi
intocables parlamentarios. Han pasado cuarenta años y todavía sigo llegando a
la misma conjetura: siempre encontrarán algún Álvaro Lapuerta a quién
responsabilizar. ¿Cuándo llegará la verdadera democracia? Baltasar Gracián me
dejó la duda cuando dijo: “Son tontos todos los que lo parecen, y la mitad
de los que no lo parecen”. Creo que somos y parecemos.
Antonio Arribas
Carballera