lunes, 24 de octubre de 2016

IÑAKI, HONORIS CAUSA

   La decisión no resultaba nada fácil, el mismo día, la misma hora, y dos grandes comunicadores nombrados Doctor Honoris Causa por la Universidad de Burgos; dos monstruos de la comunicación iban a compartir conocimientos con los asistentes. ¿Mario o Iñaqui? ¿Iñaki o Mario?; difícil acertar.

     Vargas Llosa resultaría cautivador y único, pero compartir impresiones y pensamientos con el gran Gabilondo tras la crisis de identidad y deriva del Grupo Prisa y del “El País” me ponía mucho más. Seguramente si mi esposa fuera fiel seguidora de revistas de peluquería, hubiera puesto algún reparo a la decisión tomada prefiriendo ir al acto de Vargas Llosa, ya saben: “Pues no se que ha visto la Preysler en él”, o “la filipina se mueve por interés, ¡a la vista está!, “aunque está interesante, tú, Paco, estás mucho más joven”… “y ¿como me ves tu a mi en comparación de Isabel?”, ¡no!, de la Pantoja no, hablo de la Preysler, Paco”.

     El salón abarrotado, gente de pie, otros sentados en el suelo, en su mayoría universitarios de juventud insultante, de los que gran porcentaje afirmaba estar matriculado en Ciencias de la Información, todos formando parte inexcusable de un auditorio expectante y ávido por formular preguntas al afable y taimado locutor. Los últimos acontecimientos de carácter fascistoide en Universidad Autónoma contra Felipe González auguraban una tarde animada.

     Reconozco que he sido asiduo lector de “El País”, pero también ojeo ABC, La Vanguardia, El Plural o cualquier otro medio de comunicación, pero refiriéndome a política, los cambios editoriales del diario presumiblemente progresista, han descolocado a muchos que tachan ahora la publicación como “más de derechas que el caballo de Espartero”, recordando la entrada del general al Congreso para imponer sus ideas. La inercia tomada se agravó con el despido de Fernando Berlín tras 18 años de colaboración. Pese que el afectado en su momento achacó su salida a “batallas ideológicas”, lo cierto es que muchos sectores  han colocado como incitador del despido a Juan Luis Cebrián (acompañante de Felipe González en la Autónoma). A este respecto uno de los asistentes formuló la que denominó como pregunta incómoda; fue la única respuesta en la que Gabilondo contestó de manera políticamente correcta,  más que con convencimiento propio. 

     La cosa en Prisa no es de hoy, viene de largo; motivos empresariales, de negocio  e ideológicos han producido desencuentros impensables que se han manifestado con menos vergüenza y con desmesurado partidismo al tratar el presumible engaño de Sánchez a González, apostillando en demasía por la abstención en la elección de Mariano a la presidencia de gobierno. A muchos socialistas, aunque actualmente no generan aquella euforia de lustros pasados cuando gritaban: “Alfonso, ¡dales caña!”, tampoco les atrae cambiar cromos con la derecha, y así está el partido !partido!... y el periódico !desgajado!.

     Hablaba de comportamientos fascistas porque ya sean de derecha o de izquierdas el término ampara a todos aquellos que impiden que alguien se exprese en libertad. Cuando se escuchaba en los pasillos universitarios: ¡vosotros, fascistas, fuera de la universidad!, veía a los “grises” de la década de los 70 cuando irrumpían a porrazos en las aulas. Con la cara encartonada recordaban más al Ku-klux klan que a jóvenes estudiantes, llegando incluso a pensar que los epítetos se los lanzaban entre ellos mismos. El periodista de San Sebastián dijo al respecto a la joven audiencia que no coqueteen en la universidad, ni en ningún ámbito, en contra de la libertad, pues la Democracia llegó con el esfuerzo y consenso de fuerzas impensables, y es algo por lo que hay que trabajar cada día porque no tiene cargo vitalicio.

     Apetecía conocer sus impresiones sobre la política actual, tan enmarañada, tan artificial, porque ya sabrán que al igual que ha ocurrido con los grandes inventos o descubrimientos arqueológicos relevantes, casi siempre se han producido por “no profesionales”, y en política sucede algo similar, pues no son los elegidos en las urnas los que más saben (a la vista está), los politólogos apenas barruntan tendencias, porque en mi opinión, la profesión de politólogo no vale para vaticinar, tan solo sirve para argumentar una circunstancia a toro pasado, analizando a posteriori que los datos eran sintomáticos, y el resultado inevitable. Es así, dentro de estos géneros pocos “se forean”, que dicen los jóvenes, y es que el gran maestro de la radio comentó que “hoy en día gobernar es llevar la contabilidad de un país”. Es cierto, todos los datos son así: “hemos subido el IPC el 3%”, “ha bajado la gasolina unas décimas”, “no es relevante lo que se ha quitado en dependencia”, “para el 2060 el número de jubilados y parados será superior a de empleados y nacidos”…, y hasta Rajoy en un ejercicio contable estúpido matizaba: “Señorías, para evitar algunos equívocos, conviene recordar como se gasta el dinero público. De cada 100 euros que se gasta el estado, 63 se dedican a gasto social. 26 euros de cada 100 a pensiones, 14 euros de cada 100 a sanidad, 9 a educación, 8 a otros gastos sociales, y 6 a prestaciones por desempleo”, lo alarmante de ello es que sumando nos encontramos que da 126. Como disculpa dijo: “Todos los que hablamos mucho corremos el serio riesgo de equivocarnos”.

     Gabilondo hizo lógicamente una encendida defensa de su medio, dejando notas espontáneas con gran carga de profundidad, frases del tipo: “la radio se hace desde el suelo”, “las figuras de la radio han tenido más peso de referencia que las de televisión”, “el sentido de la vida es el protagonismo de la acción”, y lanzó otra que, para los que vivimos en filas cuarteleras los nerviosos balbuceos democráticos, estaba plena de razón: “el periodismo es a la vez hijo y padre de la Democracia”. Agradeció a los escuchantes: “porque ustedes nos meten en su coche, en su baño, y hasta en su cama”, “porque la radio es el único medio que permite hacer otra cosa a la vez”, y es verdad, yo con las ondas he trabajado, he hecho deporte, he escrito, y hasta he amado, porqué ¿quién no ha escuchado entre sábanas: ¡Estás a la radio o a lo que estás?, ¡Al plato o a las tajadas!... a las tajadas ¡claro!

     Otro de los temas centrales tratado fue la inquietud que depara el futuro a la masa estudiantil. Fueron varias las preguntas formuladas. Gabilondo lanzó mensajes de ánimo propios de quien ha estado a pie de obra veinticinco años, levantándose a las cuatro de la mañana para tener informado a un país de los acontecimientos y vicisitudes diarias. Dijo a los jóvenes que no hagan caso de titulares a futuro, “porque la clave de todo está en lo que está pasando, pero lo que está pasando, se va”, y “la idolatría del ahoramimismo y del cortoplacismo es una imbecilidad porque el futuro no está escrito, se forja cada día en función de lo que hagamos”, "nosotros, los mayores, no tenemos ya futuro, pero vosotros lo tenéis todo por delante". Respecto al rollo pena que impregnaba el ambiente, ratificó que “ninguna generación ha sabido muy bien que hacer con su vida”, pero que ésta es “la primera que echa en cara a la anterior el país que les han dejado”, ¿Qué podíamos censurar nosotros a nuestros padres cuando nos entregaron el final de una guerra sin cicatrizar, miles y miles de muertos, hambre, piojos, dictadura y resentimiento? Vino a decir que no pueden quedarse solo con el “lamento del cabrón”, que deben tener la mirada en Cinemascope, que la vida debe esperanzar, que nada hay gratis y que hay que pelear como siempre se ha hecho. Es verdad. Jamás ha existido un árbol que el viento no haya sacudido, e incluso en ocasiones los troncha, pero al poco vuelven a salir brotes con fuerza.

     Para finalizar reseñó dos palabras, una para el capítulo político y otra para el temor futurible estudiantil: a los electos en las urnas aconsejó que recuperen el término DECENCIA, y a los jóvenes apáticos que supriman de su vocabulario la palabra FÁCIL ya que nada resulta así, ni el inglés de los anuncios es fácil, ni la cocina resulta fácil, ni montar la maqueta del Victoria… y la vida menos aún.


     Punto final y aplausos a reventar.