La
decisión no resultaba nada fácil, el mismo día, la misma hora, y dos grandes
comunicadores nombrados Doctor Honoris Causa por la Universidad de Burgos; dos
monstruos de la comunicación iban a compartir conocimientos con los asistentes.
¿Mario o Iñaqui? ¿Iñaki o Mario?; difícil acertar.
Vargas Llosa resultaría cautivador y
único, pero compartir impresiones y pensamientos con el gran Gabilondo tras la
crisis de identidad y deriva del Grupo Prisa y del “El País” me ponía mucho
más. Seguramente si mi esposa fuera fiel seguidora de revistas de peluquería, hubiera
puesto algún reparo a la decisión tomada prefiriendo ir al acto de Vargas
Llosa, ya saben: “Pues no se que ha visto la Preysler en él”, o “la filipina se
mueve por interés, ¡a la vista está!, “aunque está interesante, tú, Paco, estás
mucho más joven”… “y ¿como me ves tu a mi en comparación de Isabel?”, ¡no!, de
la Pantoja no, hablo de la Preysler, Paco”.
El salón abarrotado, gente de pie, otros
sentados en el suelo, en su mayoría universitarios de juventud insultante, de
los que gran porcentaje afirmaba estar matriculado en Ciencias de la Información,
todos formando parte inexcusable de un auditorio expectante y ávido por
formular preguntas al afable y taimado locutor. Los últimos acontecimientos de
carácter fascistoide en Universidad Autónoma contra Felipe González auguraban
una tarde animada.
Reconozco que he sido asiduo lector de “El
País”, pero también ojeo ABC, La Vanguardia, El Plural o cualquier otro medio
de comunicación, pero refiriéndome a política, los cambios editoriales del diario
presumiblemente progresista, han descolocado a muchos que tachan ahora la
publicación como “más de derechas que el caballo de Espartero”, recordando la
entrada del general al Congreso para imponer sus ideas. La inercia tomada se
agravó con el despido de Fernando Berlín tras 18 años de colaboración. Pese que
el afectado en su momento achacó su salida a “batallas ideológicas”, lo cierto
es que muchos sectores han colocado como
incitador del despido a Juan Luis Cebrián (acompañante de Felipe González en la
Autónoma). A este respecto uno de los asistentes formuló la que denominó como
pregunta incómoda; fue la única respuesta en la que Gabilondo contestó de
manera políticamente correcta, más que con
convencimiento propio.
La cosa en Prisa no es de hoy, viene de
largo; motivos empresariales, de negocio
e ideológicos han producido desencuentros impensables que se han
manifestado con menos vergüenza y con desmesurado partidismo al tratar el presumible
engaño de Sánchez a González, apostillando en demasía por la abstención en la
elección de Mariano a la presidencia de gobierno. A muchos socialistas, aunque actualmente
no generan aquella euforia de lustros pasados cuando gritaban: “Alfonso, ¡dales
caña!”, tampoco les atrae cambiar cromos con la derecha, y así está el partido !partido!... y el periódico !desgajado!.
Hablaba de comportamientos fascistas
porque ya sean de derecha o de izquierdas el término ampara a todos aquellos que
impiden que alguien se exprese en libertad. Cuando se escuchaba en los pasillos
universitarios: ¡vosotros, fascistas, fuera de la universidad!, veía a los
“grises” de la década de los 70 cuando irrumpían a porrazos en las aulas. Con
la cara encartonada recordaban más al Ku-klux klan que a jóvenes estudiantes, llegando
incluso a pensar que los epítetos se los lanzaban entre ellos mismos. El
periodista de San Sebastián dijo al respecto a la joven audiencia que no
coqueteen en la universidad, ni en ningún ámbito, en contra de la libertad, pues
la Democracia llegó con el esfuerzo y consenso de fuerzas impensables, y es
algo por lo que hay que trabajar cada día porque no tiene cargo vitalicio.
Apetecía conocer sus impresiones sobre la política
actual, tan enmarañada, tan artificial, porque ya sabrán que al igual que ha
ocurrido con los grandes inventos o descubrimientos arqueológicos relevantes,
casi siempre se han producido por “no profesionales”, y en política sucede algo
similar, pues no son los elegidos en las urnas los que más saben (a la vista
está), los politólogos apenas barruntan tendencias, porque en mi opinión, la
profesión de politólogo no vale para vaticinar, tan solo sirve para argumentar
una circunstancia a toro pasado, analizando a posteriori que los datos eran
sintomáticos, y el resultado inevitable. Es así, dentro de estos géneros pocos
“se forean”, que dicen los jóvenes, y es que el gran maestro de la radio
comentó que “hoy en día gobernar es llevar la contabilidad de un país”.
Es cierto, todos los datos son así: “hemos subido el IPC el 3%”, “ha bajado la
gasolina unas décimas”, “no es relevante lo que se ha quitado en dependencia”,
“para el 2060 el número de jubilados y parados será superior a de empleados y
nacidos”…, y hasta Rajoy en un ejercicio contable estúpido matizaba: “Señorías,
para evitar algunos equívocos, conviene recordar como se gasta el dinero
público. De cada 100 euros que se gasta el estado, 63 se dedican a gasto
social. 26 euros de cada 100 a pensiones, 14 euros de cada 100 a sanidad, 9 a
educación, 8 a otros gastos sociales, y 6 a prestaciones por desempleo”, lo
alarmante de ello es que sumando nos encontramos que da 126. Como disculpa
dijo: “Todos los que hablamos mucho corremos el serio riesgo de equivocarnos”.
Gabilondo hizo lógicamente una encendida
defensa de su medio, dejando notas espontáneas con gran carga de profundidad,
frases del tipo: “la radio se hace desde el suelo”, “las figuras de
la radio han tenido más peso de referencia que las de televisión”, “el
sentido de la vida es el protagonismo de la acción”, y lanzó otra que, para
los que vivimos en filas cuarteleras los nerviosos balbuceos democráticos,
estaba plena de razón: “el periodismo es a la vez hijo y padre de la
Democracia”. Agradeció a los escuchantes: “porque ustedes nos meten en
su coche, en su baño, y hasta en su cama”, “porque la radio es el único
medio que permite hacer otra cosa a la vez”, y es verdad, yo con las ondas
he trabajado, he hecho deporte, he escrito, y hasta he amado, porqué ¿quién no
ha escuchado entre sábanas: ¡Estás a la radio o a lo que estás?, ¡Al plato o a
las tajadas!... a las tajadas ¡claro!
Otro de los temas centrales tratado fue la
inquietud que depara el futuro a la masa estudiantil. Fueron varias las preguntas
formuladas. Gabilondo lanzó mensajes de ánimo propios de quien ha estado a pie
de obra veinticinco años, levantándose a las cuatro de la mañana para tener
informado a un país de los acontecimientos y vicisitudes diarias. Dijo a los
jóvenes que no hagan caso de titulares a futuro, “porque la clave de todo
está en lo que está pasando, pero lo que está pasando, se va”, y “la
idolatría del ahoramimismo y del cortoplacismo es una imbecilidad porque el
futuro no está escrito, se forja cada día en función de lo que hagamos”, "nosotros, los mayores, no tenemos ya futuro, pero vosotros lo tenéis todo por delante".
Respecto al rollo pena que impregnaba el ambiente, ratificó que “ninguna
generación ha sabido muy bien que hacer con su vida”, pero que ésta es “la
primera que echa en cara a la anterior el país que les han dejado”, ¿Qué
podíamos censurar nosotros a nuestros padres cuando nos entregaron el final de una
guerra sin cicatrizar, miles y miles de muertos, hambre, piojos, dictadura y
resentimiento? Vino a decir que no pueden quedarse solo con el “lamento del
cabrón”, que deben tener la mirada en Cinemascope, que la vida debe esperanzar,
que nada hay gratis y que hay que pelear como siempre se ha hecho. Es verdad. Jamás
ha existido un árbol que el viento no haya sacudido, e incluso en ocasiones los
troncha, pero al poco vuelven a salir brotes con fuerza.
Para finalizar reseñó dos palabras, una
para el capítulo político y otra para el temor futurible estudiantil: a los
electos en las urnas aconsejó que recuperen el término DECENCIA, y a los
jóvenes apáticos que supriman de su vocabulario la palabra FÁCIL ya que nada
resulta así, ni el inglés de los anuncios es fácil, ni la cocina resulta fácil,
ni montar la maqueta del Victoria… y la vida menos aún.
Punto final y aplausos a reventar.